viernes, 25 de octubre de 2013

Tres comentarios a "Ensayo sobre el tiempo y la realidad" de Oscar Landerretche



El ensayo clama por transformarse en libro, quizás en uno corto pero libro al fin. La virtud (y por tanto pecado del mismo) es que le quiere hablar a varias audiencias. Las audiencias pueden creer estar separadas entre sí, pero intuitivamente se sabe que las audiencias están siempre interconectadas. Estar entre varias audiencias significa eso sí ser cosmopolita, y como tal está el riesgo, dirán los provincianos, de no conocer nada. Pero la virtud termina imponiéndose, porque hay en éste un aura de que la propia preocupación práctica de conocer más allá de nuestros propios límites cognitivos tiene que primar (salud por ello).
Yo me haré cargo, desde una sociología también cosmopolita, es decir, como lector de una de las tantas audiencias a las cuales el ensayo les habla, de tres tensiones que cobran sentido—otras y otros podrán desde sus trayectorias científicas, poéticas o “mundanas” abrir otras entradas o salidas al texto, espero que otros también hablen. Estas tensiones, por cierto no tienen pretensión de validez hegemónica, es simplemente un reflejo de lo que yo pude ver, ni más … ni menos.

Como dice Calamaro, y también Cerati, ahí vamos:

1.      Gran teoría unificada: en búsqueda de la verdad-verdad
Marx, le escribe y le envía Das Kapital a Darwin—y da lo mismo que Darwin haya hecho caso omiso de la contribución de su magnus opus—porque entiende que su obra tiene un carácter científico, y cuando digo científico, asumo como tal ir más allá de la distinción entre ciencias sociales y ciencia naturales. Marx en varios pasajes de sus escritos iniciales no solo quiso ir mas allá de la contradicción trabajo y capital, en los niveles macro y micro, sino que veía también la posibilidad de tener una ciencia única, aquella que no reconocía limites o bordes entre el conocimiento, porque eso propendería a la humanización de los humanos, valga la tautología, y por tanto de su liberación. (Lo siguiente es grueso pero no por ello hay que descartarlo: la naturaleza, en Marx, es condición y efecto de cambio social.) En otras palabras está en Marx también incubado “El naturalismo de un humanista”, aquel que complementa a Smolin. Y ya no solo en que haya cambios en objetivos en los medios de producción (i.e. tecnología), sino que también en el rol que cumple la naturaleza (que es la primera crítica que hace en la Critica del Programa de Gotha, y con la cual acusa a la social democracia alemana de no ser científica) en el desarrollo. Marx entonces da pie para entrar a una segunda tensión, la cual esta, creo reflejada en la posición que ocupa Kuhn en el ensayo: cómo la acción de conocer tendría la capacidad de impactar al sujeto que investiga, pero también al sujeto que es investigado.

2.     Conocer-conocer es praxis
“Quizás, en algunos casos, lo que ocurre con algunas teorías científicas sociales y económicas es que al cambiar las leyes de las sociedades se generan esas “anomalías” como las llamaba él, esas observaciones discrepantes con la realidad que fuerzan al cambio de paradigma” dice Landerretche. Si entiendo bien, el cambio de leyes en las sociedades provoca que el observador científico (social) quede cachudo, porque lo que antes cobraba sentido, hoy no lo hace, pero no solo a él sino a toda su comunidad científica. Siendo generoso con Kuhn es posible tener en cuenta dos posibilidades: i) la realidad cambió y eso provocó un desafío en la forma de mirar o conocer, o ii) la forma de conocer cambió y eso permitió ver lo que antes no se podía ver. Pero en ambos casos, hay una independencia entre conocer y realidad. Hay otra posibilidad, y esta creo puede derivarse desde Marx (o Maturana)—vale la pena agregar que la debilidad de la siguiente tesis radica en que al parecer ésta sólo se podría aceptar como abstracción lógica—iii) que conocer-conocer no puede estar nunca disociado de la realidad. La diferencia es sutil. El sujeto cuando está conociendo está cambiando la realidad, porque el sujeto no está nunca fuera de la misma. En Marx esto se logra, sí y sólo sí,  colectivamente. Individualmente no se puede conocer la totalidad—que es la promesa que deviene en la propuesta de Smolin—ya que, similar a lo que sugiere Kuhn, se está prisionero de un paradigma, que intuitivamente se sabe es obsoleto. Pero el paso al segundo paradigma, es un paso que da toda la comunidad planeteria, no solo la comunidad científica, y lo hace a través del conocimiento-conocimiento y por tanto transformándose a sí misma. Eso creo es que lo que él nos advierte: que la dicotomía entre conocimiento y praxis es falsa. Parecería entonces que Jackson y su dilema (el dilema del tecnócrata religioso) y/o el dilema del barón Münchausen (aun cuando esta representación estaría más cerca de Marx  puesto que hay propuestas de arrojo heroico-románticas) son falsos, porque sus soluciones transitan entre las dos formas que se siguen desde Kuhn. Es decir las alternativas i) o ii) sólo pueden ser percibidos como cambios en el orden científico, mientras que la alternativa iii) es la que representa, y acá me tiro al precipicio, al proyecto europeo occidental. ¿Se puede derivar desde lo anterior un inmovilismo desde la tecnocracia porque hay una promesa implícita de que el sujeto colectivo necesariamente intervendrá? Y acá aparece la última tensión…

3.     ¿Intervenir o no intervenir?
Si vemos que la ciudad (a estas altura el planeta) se estaría cayendo a pedazos, estamos escuchando a los tres: Jackson, Münchausen y Marx, y por tanto, es del todo razonable intervenir. Sin embargo si uno sigue la crítica Popperiana a Marx, nos tenemos que llenar de dudas porque no conoceremos nunca las repercusiones de todas las acciones que tomaremos. El futuro es indeterminado, y se sobre-indetermina cuando intuitivamente sabemos que nuestra intervención tiene grados importantes de incerteza. La crítica de Popper fue válida y por cierto devastadora, porque en los 70 había mayor incertidumbre sobre el impacto que las acciones humanas tenían sobre el planeta. Popper de hecho se atrevió a sugerir que la ingeniería social puede transformarse en una utopía, puesto que hay casos en que se mueve bajo nociones de conocimiento donde la incertidumbre no tiene espacio o bien se asume una promesa de infalibilidad en la forma de conocer, pero también porque el destino es crystal clear. En otras palabras, hay un tipo de ingeniería social, o tecnocracia, que cree ciegamente en sus propias predicciones, ya que olvida que ésta solo ha podido nacer a partir de estructuras frágiles, puesto que el conocimiento por definición va cambiando. Pero además fuerza su conocimiento actual a estar completamente correlacionado con un conocimiento futuro, es decir, cierra las puertas a estar equivocado o simplemente a auto-evaluarse. Una consecuencia de ello es caer en las trampas de las profecías, lo que naturalmente termina por alejar el espíritu científico que reconoce como virtud la incertidumbre. Sin embargo, Popper también vislumbra una ingeniería social que puede intervenir, y lo hará en dosis. No revoluciona las sociedades, sino más bien interviene en instituciones o campos específicos. En este sentido recupera aquello propuesto por Adam Smith cuando reconoce en el estado un actor preponderante que puede dar los pasos necesarios para controlar el exceso del capital. Es la línea reformista. Esta solución sin embargo no es completamente fiel a la propia incertidumbre que Popper señala ser característica central de la formación de conocimiento, porque una acción más “medida” por definición también puede tener consecuencias perversas o no deseadas. Pero a estas alturas, la intervención tenga esta un apellido reformista o revolucionaria, tiene toda la cara de ser un imperativo.  Creo que hasta Popper se subiría al globo del Barón.

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